domingo, 20 de noviembre de 2011

Sabor

Tengo un nuevo amigo.

Todos los sábados a media tarde aparece por la cancha, enchufado a sus audífonos, un niño con ganas de conocer y conversar. El fútbol es su hobby, me cuenta, pero quiere estudiar contabilidad. A sus 19 años no tiene vergüenza en demostrar que la vida tiene más cosas lindas que feas, y que, al fin y al cabo, es una sola. Las ganas le sobran, y aunque le cuesta encontrar las palabras, ríe emocionado cada vez que lo logra.

Ayer llegó atrasado y se perdió el partido. Me preguntó el resultado, y nuevamente me sorprendió con su comentario. "¿Pero fue un empate con sabor dulce o amargo?".

En el fútbol, como en la vida, las cosas tienen tintes que dependen mucho de cómo lo tomen los actores del mismo. No es lo mismo empatar a 6 si estás ganado 6-2 a falta de 7 minutos para el final. No se puede pensar que se hizo las cosas bien si alguien ya no quiere hablar más. Lo bueno después de todo es que el destino depende del cristal con el que se mire, y que poder alegrarse día a día con lo que la vida nos da depende mucho de nosotros mismos. Si no me creen, pregúntele a mi nuevo compañero de hobby.


 

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